El omelette de £2.5 millones: una lección judicial sobre protección patrimonial en tiempos de divorcio

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El caso en UK: el marido que no sabía hacer un omelette

Simon Entwistle solicitó a los tribunales ingleses £2.5 millones de la fortuna de su exesposa Jenny Helliwell, una empresaria con un patrimonio estimado de £65 millones. Las partes habían firmado un acuerdo prenupcial para proteger la riqueza de la esposa en caso de divorcio, algo que Entwistle estaba ansioso por eludir. 

Introducción

La gestión de un patrimonio no se limita a optimizar impuestos o estructurar inversiones internacionales. Un aspecto menos visible, pero no menos crucial, es su protección ante amenazas personales. Entre ellas, el divorcio ocupa un lugar destacado. En este escenario, las emociones, los tribunales y las agendas ocultas pueden poner en jaque décadas de trabajo.
Un reciente fallo judicial en el Reino Unido nos recuerda por qué las estructuras de protección patrimonial, como los Trusts irrevocables, son mucho más que una herramienta fiscal: son un blindaje necesario ante la imprevisibilidad humana. Y, sobre todo, una garantía para las futuras generaciones frente a comportamientos oportunistas de yernos, nueras o exparejas.

El caso Entwistle vs. Helliwell: la excusa del omelette

Los procedimientos de divorcio en el Reino Unido se basan en el principio de equidad. El marco legal busca garantizar que ambas partes reciban una resolución justa y equitativa, adaptada a sus circunstancias particulares, en lugar de aplicar una solución universal. Para lograrlo, el tribunal tiene en cuenta las circunstancias individuales, las contribuciones financieras y no financieras al matrimonio y, en particular, sus necesidades posteriores al divorcio. Pero ¿hasta qué punto llega exactamente el tribunal para lograrlo?

Simon Entwistle, exesposo de la empresaria millonaria Jenny Helliwell, solicitó a los tribunales británicos una suma de £2.5 millones tras tres años de matrimonio. Entre sus argumentos más insólitos, pidió una asignación anual de £26,000 porque “no sabía cocinar ni un omelette” y necesitaba pagar comida preparada. También exigió £36,000 anuales en vuelos en clase ejecutiva, dado el nivel de vida al que –según él– se había acostumbrado.

La respuesta del juez fue tajante. Mr. Justice Francis le recordó que “no hace falta ser chef para aprender a alimentarse razonablemente bien” y que haber estado casado con una persona de alto patrimonio durante un corto período no otorga derecho automático a mantener ese estándar de vida luego del divorcio.
Entwistle recibió apenas £400,000, y fue condenado a pagar £75,000 en costas de su exesposa. El tribunal dejó en claro que las decisiones patrimoniales se basan en necesidades razonables, no en deseos.

Cuando los tribunales no son tan razonables

El fallo británico resulta excepcionalmente sensato. Pero quienes conocen el sistema judicial latinoamericano saben que no siempre es así. En la región, los jueces muchas veces privilegian criterios morales, emocionales o incluso ideológicos por encima de los contratos prenupciales o la titularidad real de los bienes. En no pocos casos, el ex cónyuge logra acceder a activos personales, familiares o incluso heredados, a través de interpretaciones expansivas del “aporte afectivo” o del “rol de apoyo” durante el matrimonio.

Por eso, confiar únicamente en acuerdos conyugales o estructuras locales puede ser una estrategia frágil. Es aquí donde entra en juego el Trust como herramienta de protección preventiva, tanto para el patrimonio como –y esto es clave– para los futuros herederos.

El Trust: blindaje patrimonial y escudo generacional

El Trust es una estructura jurídica en la que el patrimonio se transfiere a un tercero (el trustee) para que lo administre en beneficio de determinados beneficiarios. En su versión irrevocable y discrecional, el Trust no solo protege los activos de quien lo constituye, sino que puede establecer reglas claras para asegurar que sus beneficios alcancen exclusivamente a sus hijos o descendientes directos, excluyendo por completo a cónyuges, parejas o cualquier persona que eventualmente pretenda reclamar parte de esa riqueza por vía judicial.

A diferencia de un acuerdo prenupcial, que requiere la firma y aceptación de la otra parte, el Trust es unilateral, autónomo y válido incluso frente a terceros. En muchas jurisdicciones –como Nevis, BVI o EE.UU.– su fortaleza legal es tal que ningún tribunal extranjero puede ordenar su modificación o disolución.

Esto significa que, si Entwistle hubiera estado casado con una persona que hubiera estructurado su fortuna bajo un Trust bien diseñado, ni su falta de habilidades culinarias ni su deseo de vuelos de lujo habrían tenido peso alguno en la discusión. Simplemente, no habría habido activos conyugales a los que acceder.

Protegiendo a los hijos de futuros conflictos conyugales

Uno de los mayores temores de quienes han construido un patrimonio considerable es ver cómo sus hijos –por decisiones sentimentales erróneas o matrimonios fallidos– terminan perdiendo parte de la herencia familiar. Un Trust bien estructurado permite prever ese escenario y limitar los beneficios exclusivamente al linaje directo, evitando que yernos o nueras puedan influir, litigar o acceder a esos activos, incluso en caso de divorcio o fallecimiento.

Este diseño no solo protege el capital, sino que también permite incorporar cláusulas de incentivo, condiciones para el uso del patrimonio (educación, vivienda,  emprendimiento), y normas de sucesión claras que evitan futuros litigios familiares. La planificación patrimonial deja de ser una defensa y se convierte en una estrategia de continuidad intergeneracional.

Diseño y oportunidad: claves del éxito

Para que el Trust funcione como verdadero escudo legal, debe constituirse con antelación, con claridad y con respaldo legal especializado. Establecerlo después del matrimonio o cuando ya hay conflictos puede hacer que se lo considere fraudulento o ineficaz. Lo mismo ocurre si no hay una separación efectiva de la voluntad del fiduciario, o si se mezcla el uso personal con los activos del Trust.

Por eso, es indispensable contar con asesoría profesional en derecho internacional, fiscalidad y planificación patrimonial, y elegir jurisdicciones que ofrezcan estabilidad, confidencialidad y reglas claras de protección fiduciaria.

Conclusión

El fallo británico que rechazó la demanda del exmarido incapaz de freír un huevo es, en esencia, una rareza judicial. En muchos países –especialmente en América Latina– habría tenido más suerte.
Pero el mensaje es claro: depender de la sensatez de un juez es una estrategia frágil. En cambio, estructurar un Trust con previsión, visión generacional y reglas claras es una manera inteligente de preservar lo construido y evitar que un matrimonio efímero o un conflicto conyugal ponga en riesgo la herencia familiar.
Porque si hay algo peor que no saber hacer un omelette, es no haber sabido proteger los ingredientes.

 

Informe realizado por el equipo de asesores de Insight Trust      

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